miércoles, 21 de noviembre de 2012

Terra (Arcania)


El sello superpuesto a los territorios del Imperio fue creado por Arkhant para protegerlo de las amenazas numénicas (demonios). El sello sobre Arcanis representa los límites de su influencia en el mar de Meridia.

El sello del Mar de la Ruina nació de la coalición entre arcanos, bárbaros y celestes. Protege la superficie de lo que duerme en las profundidades.

Los sellos sobre los faros de Esis e Isis protegen el sur de los dragones. Estos sellos se colocaron antes de la fundación del Imperio, conque son anteriores al uso extendido de la magia y, por tanto, de naturaleza desconocida.

Los círculos que se cruzan sobre la estrella cardinal son parte de un arcaico sistema de coordenadas en desuso después de que los Arcanos cruzaran el Océano del Ocaso.

martes, 20 de noviembre de 2012

El que sirve

-¡Garland!-estalló una voz familiar- ¡El capitán te requiere! 
"¿Pero quién?"
-¿Damos?-farfulló Garland, desperezándose- ¿Tienes idea de que hora es?
-Eso no importa, el capitán te requiere ahora-respondió Damos, irritado-. Anda, apura, que he tenido que abandonar la guardia para avisarte y el jefe se mosquea... Y lávate, que mi perro huele mejor.

Aún no había amanecido. Garland se incorporó sobre la  hamaca para encender el candil que colgaba sobre él, pero entre el balanceo del navío y el embotamiento por su precoz despertar le impidieron conseguirlo los dos primeros intentos. Cuando lo tuvo encendido, echó un vistazo al reloj y se disgustó al leer casi las cuatro y cuarto. ¿Cuanto tiempo hacía que no veía las cuatro y cuarto? Pensando en su última guardia, se levantó como pudo y, haciendo eses, se dirigió hacia el lavadero. Bastó un vistazo rápido al barril para darse cuenta de que reutilizando esa agua para limpiarse solo conseguiría oler peor, pero se permitió usarla para despejar la cara. Más tarde, ataviado con el uniforme negro que correspondía, atravesó el buque con paso un poco menos torpe para presentarse en el camarote del capitán, quien, para su sorpresa, estaba despierto y fresco como una lechuga. 

-Descansad, muchacho- saludó con su extraña familiaridad distante- Sé que resultará extraño para vos, pero el imperio convoca vuestros servicios ahora.
"¿A las cuatro y media de la madrugada?" pensó, pero fué lo bastante prudente como para tragarselo y esperar detalles.
-Vereis -continuó el capitán- , un grupo de soldados de élite viajan en incógnito entre nosotros. Tienen una misión muy concreta y se me ha encargado su custodia, aunque no responden ante mí. De todos modos...
-No estaba al tanto de la situación... - se le escapó a Garland por puro reflejo-... mi señor- añadió. 
-Viajan de incógnito para todos. Se me ha pedido que si varios soldados abandonan el barco actúe con naturalidad, así que si no fuera porque requieren de mi ayuda yo tampoco tendría que saber de quienes se trata. Ellos deberían tomar un bote mañana por la noche para llevar a cabo su misión, de la cual tampoco estoy al tanto. El problema es que uno de ellos... en fin, ha caído enfermo y está completamente incapacitado para seguir adelante, así que lo hemos puesto en cuarentena. En vista de la situación, han solicitado la ayuda de algún sujeto a bordo con un historial destacado. Iría yo mismo, pero como comprendereis, no puedo abandonar mis obligaciones así como así.
-Me honra que destaqueis mi historial, mi señor- comentó Garland, sintiéndose bastante halagado.
-Es más que eso. De todos nuestros reclutas sois el único que, aún siendo incapaz de emplear la magia, ha sido promocionado al rango de Mago de Batalla. Y aunque las malas lenguas aseguran que se debe a la posición de vuestra madre en el Imperio...
-Ejem...
-... yo sé perfectamente que ni el más aventajado de vuestros camaradas sería capaz de batiros en un duelo limpio. De hecho, creo recordar que ningún mago os ha tumbado hasta la fecha- Garland se hinchó con orgullo-. Y es precisamente eso lo que os hace tan valioso en nuestra lucha contra los dragones. 
-Gracias, señor. Tomaré esta misión con el entusiasmo que se espera de mí.
-Eso esperaba oír. Ahora acompáñadme. Vuestros nuevos compañeros os darán más detalles.

El que madura

-Adiós, señor Parquiss- se despidió un joven Garland.
-Nos vemos, muchacho-correspondió el señor Parquiss-. Venid a visitarnos de vez en cuando.
-Claro, señor-dijo Garland, convencido de que no volvería a pisar Casa Parquiss nunca más.

Aún así, sintió un pequeño pinchazo de tristeza al atravesar el jardín, congelado por la helada de la madrugada, y abandonar aquel lugar en el que había vivido los primeros quince años de su vida. Por su forma de ser no había hecho muchos amigos, pero había cogido cariño a su profesor de arcano y a un par de compañeros. Cuando llegó a la entrada se sorprendió pensando en si los volvería a ver, pero sus precoz nostalgia se apagó de inmediato. Allí esperaba su madre; la juez Hvid Ibenholt, ante una pequeña diligencia con el escudo del Imperio. Sin mirarle y haciendo anotaciones en un cuaderno, le indicó con un leve gesto de la mano que entrara en el carro. Garland agachó la cabeza, esquivando su mirada y se acomodó dentro con su petate.

Su madre entró y, por primera vez, sus miradas se cruzaron. Como siempre, Hvid escudriñaba los ojos del joven Garland, analizandolos, como si intentase intuir algo en ellos, costumbre que Garland detestaba. El carro se puso en marcha y Garland intentó romper el silencio como buenamente pudo.

-Os veo más ocupada que de costumbre, madre.
-Así es, muchacho-comentó Hvid, mirándole con dureza; aquellos ojos azulados parecían taladrarle el cráneo. Detestaba que Garland la llamara "madre"- Espero que durante tu formación militar aprendas el valor del esfuerzo y la perseverancia mediante la disciplina. Algo que resulta evidentemente necesario en tu educación-añadió con una mirada reprobatoria.

"Detesta mi aspecto- se dijo Garland- pero no seré yo quien jugue el suyo"
-Y así lo haré, mi señora- se resignó.


Durante el trayecto no volvieron a comentar nada. Lo único que Garland lamentó fue no poder sentarse más lejos de aquella mujer cuya aura de severidad y poder a partes iguales le oprimía la garganta como una soga, así que intentó distraerse mirando por el ventanuco. A medida que se alejaban de Casa Parquiss Garland tenía la impresión de que el tiempo iba empeorando. Cuando llegaron a la Academia ya a media mañana, casi en Tierras Grises, el alivio de Garland fue infinito. Se bajó del carro despidiéndose con un seco “adiós”.

-Ahora mismo tengo que salir para el Palacio del Tribunal Supremo. Espero que la próxima vez que nos veamos te hayas convertido en un hombre hecho y derecho; si lo consigues tal vez termines siguiendo mi cam
ino.

"Espero que de darse el caso tenga el sentido común de suicidarme" pensó Garland, pero nunca se le ocurriría mencionarlo. 

En la puerta de la academia había bastantes muchachos que rondarían su edad, aunque la mayoría eran mayores que él. En tiempos de guerra las academias como aquella eran fábricas de soldados con el único propósito de cubrir las numerosas bajas que producían los dragones en el Imperio.

"Es increíble que habiendo un dragón por cada cien arcanos ya hayamos perdido una vez contra ellos"

Garland agarró su petate y se puso a la cola, como uno más. En el futuro, su papel sería bien distinto de todos ellos.